Al salir hacia el pueblo
pensé que lloveríamos.
Pero a poco tú comenzaste
a brillar un sol espléndido
y cuando llegamos al campo
ya éramos un hermoso día
de comienzos de octubre.
Dorados árboles contra
el cielo azul,
mecíamos serenos las copas
junto al canal tachonado
de hojas amarillas
y por los suaves alcores
perseguíamos
ese cierto olor a miel
de la tierra en estos días.
Luego nos besamos.
Y pudimos sentir la madurez
del verano nimbar
majestuosa nuestra tierra
con las vides del otoño.